La Historia de Layla
agosto 02, 2021
INSPIRACIÓN
Layla se acercó a la casa lentamente, pero con su corazón latiendo con rapidez y su respiración agitada. Le tomó un rato reunir fuerzas para llamar a las personas dentro de la casa, quien sea que contestara. Llamó y esperó por alguien que saliera de ella.
Como una película acelerada, recordó, en ese momento de espera, las muchas veces en que quiso entrar a casa y abrazar a sus padres y hermanos, pero siempre se quedó lejos, observando desde la esquina al otro lado de la calle.
Imágenes de sus hermanos, enflaqueciendo año tras año, comenzaron a pasarle por su mente, pero no se acercaría a ellos porque estaba avergonzada de haberlos “abandonado”. Recordó como ella intentó borrar ese sentimiento pensando que ellos estaban así porque ellos mismos se lo buscaron, pues “podían haber salido de casa como lo hizo ella”.
Layla volvió a llamar, más fuerte, pero aún sin respuesta. Mientras seguía esperando que alguien saliera, pensó en su padre, recordando aquella vez que lo vio recogiendo hortalizas en el jardín, sus manos llagosas, empapado en sudor que le corría por su frente y espalda. Quiso correr hacia él, tomarle las manos y besárselas, pero ella la estaba pasando bien, ganando buen dinero, disfrutando su vida mundana, y la cual no estaba entonces dispuesta a renunciar. Cuando regresó meses después, era su hermano mayor quien estaba recogiendo hortalizas en el jardín. Y también quiso correr a abrazarlo, pero se le atravesó el pensamiento de tener que explicarle donde había estado desde que se fue de casa, lo que quizá ni él ni sus padres aprobarían; así que dio la vuelta y se fue inmersa en sus pensamientos.
Layla llamó por tercera vez mucho más fuerte, esta vez por sus nombres, su corazón atragantándose en la garganta. Un transeúnte, un anciano que llevaba ropa desgarrada y un sombrero roto de paja, se acercó y le preguntó:
— Señorita, ¿a quién llama? No hay nadie en esa casa –
— ¿Qué dice? Estoy llamando a mis padres, a mis hermanos… ¡Estoy de regreso a mi casa! -, dijo Layla, mirando al anciano de frente.
— Lo siento mucho, señorita. La familia que vivía en esa casa murió completa… los últimos hace 2 meses. Nadie vive ahí ahora –
Layla cayó de rodillas al piso al escuchar la noticia. Con su cara descompuesta y ojos desorbitados, volvió a mirar al anciano, tratando de asimilar lo que había escuchado. Ya su corazón no palpitaba, no lo sentía, sintió que todo su cuerpo había parado de funcionar. Trataba de respirar, pero en un ambiente sin aire.
‘¿Por qué? ¿Por qué no vine antes? Pude haberlos salvado … ¿Qué ha pasado?… Mamá, perdóname, perdóname.’ Layla, sola en sus reproches internos, se mantuvo un rato con la mirada al piso, sin ver nada en realidad, y cuando pudo tomar aire nuevamente, comenzó a llorar desconsoladamente.
Fija en su mente estaba el recuerdo de su madre la última vez que la vio, como siempre desde la esquina. La vio con sus ropas harapientas sentada en el porche destartalado de la casa, con la mirada al jardín cubierto de maleza. Aunque la observó largamente, no podía distinguir si lloraba o rezaba. Fue entonces cuando decidió que ya no podía seguir escondiéndose y que esa iba a ser la última “visita” a su familia desde la esquina. Se marchó decidida a que la próxima vez entraría a la casa y les traería a todos ropas, dinero, comida y muchos regalos. Y llegó esa siguiente vez… hoy, con la ilusión de abrazar a sus padres y hermanos, dispuesta a ayudarlos a salir de la pobreza, disfrutar de una comida en familia – ¡como añoraba eso! -, y con el compromiso de no dejarlos nunca más… pero fue ya muy tarde. Layla ya no pudo abrazar a su madre, ni besarle las manos a su padre, o dar regalos a sus hermanos.
Orgullo, insensibilidad, enjuiciamiento, egoísmo, procrastinación, indiferencia. Varias maldiciones ataron a Layla de tal manera que no la dejaron hacer lo que era correcto: arrepentirse, pedir perdón, ayudar, amar… ocasionándole la mayor tribulación de su vida y que llevaría consigo hasta el final de sus días.
¿Estás tú atado con alguna de esas maldiciones y que te están impidiendo acercarte a alguien que quieres?
Puede que aún no sea muy tarde.
Fotografía del banner: ‘Manos juntas’, tomada de Maxpixel.net (https://www.maxpixel.net/Hands-Old-Background-Yeng-Holding-Care-5017314)
Fotografía del detalle: John Conroy, tomado de Unsplash.com
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