Araguata

Fue mi hogar, hasta que el mal se apoderó de él.

oricao

Una misión imposible hecha posible

jacinto y lara

El daño que la complacencia y flojera hacen

elías

La voz de la experiencia contra el mal

melch y mani

La audacia de Sicamor en aumento

PARIMA

Una advertencia contra el orgullo y la impaciencia

La Avalancha

Una rápida acción ante el grito de auxilio

El Juicio

La justicia prevalecerá

Colina del Ángel

La imprudencia al máximo

Segundas Oportunidades

Para cambiar se necesita ayuda

LAYLA

El rescate de un amigo

El Bosque Tenebroso

El poder de la oración

El Sendero a la Felicidad

La verdad sobre la felicidad

MYLA

Encontrando al amor

Un Reino en Apuros

El mal entra en movimiento

ALTAGRACIA

La victoria sobre el mal

¡Que Viva el Rey!

Una sorpresa para el reino

ACERCA DEL AUTOR

jose i. arocha

Crecí montándome en árboles y subiendo montañas. Son cosas que los jóvenes de hace más de 40 años hacíamos. Y los bosques están llenos de árboles; hay tal variedad que descubres lo grandioso que son. En mi Caracas natal, y como muchos caraqueños, los fines de semana los dedicábamos a subir a nuestra maravillosa montaña, conocida como el Ávila, llena de sus bosques y coronando la ciudad, escalándola a veces en toda su altura de más de 2,700 metros sobre el nivel del mar. De allí nace mi pasión por montañas y bosques y que se refleja en algunas de mis historias.

En ese orden de ideas, cuando Sonely, mi esposa, me dijo que ella era un sicómoro, el árbol en que Zaqueo se montó para ver a Jesús pasar, un árbol que su función y repercusión quizá nunca nadie imaginó, me pareció que era un buen nombre para lo que quería hacer: un instrumento más para que los jóvenes sean mejores personas para con los demás y estén más cerca de Dios, tal como el árbol de sicómoro le sirvió a Zaqueo. De ahí nace Sicamor.

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