Books

Libros

Historia 1: araguata

 

‘Padre, antes de partir ¿puedo recibir tu bendición?’, preguntó Sicamor. Por supuesto, él sabía que no “necesitaba” pedir la bendición para partir. Ya con 25 años a cuestas, Sicamor podría partir así no más, pero él nunca salió de su casa sin la bendición de sus padres; quizá un par de veces, cuando estuvo muy apurado. Pero esta vez era especial. Sicamor no partiría sin la bendición de sus padres.

# La fe
Sicamor fue criado en un hogar estable, consolidado y abundante en amor. Protegido desde su niñez, Sicamor fue juguetón y cariñoso durante su infancia, convirtiéndose en un muchacho amigable y de trato fácil en su adolescencia, aunque rebelde a veces, como cualquier adolescente, y finalmente convertirse en un hombre inquieto, pero considerado y emocional. Los cambios por los que atravesó su pueblo durante sus últimos años de adolescencia, y comienzos de sus veintes, lo hicieron reservado y observador, pero, a la vez, intuitivo.

Sicamor creía profundamente en Dios, su gran fe inculcada por sus padres, quienes también le enseñaron los valores y virtudes que poseían, con el objetivo de que Sicamor se convirtiera en un hombre sabio, preparado para la vida. Todas esas enseñanzas que sus padres le traspasaron, no solo a él sino también a su hermano y hermana, fueron traspasados a ellos de sus padres, y a sus padres de sus abuelos, y a sus abuelos de sus bisabuelos, y así, de muchas generaciones anteriores. Pero más importante, ellos inculcaron en Sicamor la fe en Dios.

# La sucursal del cielo
Sicamor nació en Araguata, un pueblo ubicado en el extremo sur del Reino de Altamira, dominio del Rey Bartolo. El Reino de Altamira era un reino vasto, de aproximadamente 1000 kilómetros de ancho y 700 kilómetros de largo, poblado por muchos habitantes, distribuidos a lo largo del reino entre aldeas y pueblos de diversos tamaños. Aunque Araguata no era un pueblo grande para los estándares del reino, su ubicación estratégica era perfecta para establecer negocios comerciales con los pueblos de Altamira, al norte, y con el vecino Reino de Carraplana, al sur. El comercio con Carraplana era una importante fuente de ingresos para el pueblo, pero no era la única. Los suelos ricos de la región producían una buena cantidad de cosechas, algunas hasta dos veces al año; los bosques producían suficiente madera para las necesidades de construcción; y las minas, en las faldas de la montaña, proveían grandes cantidades de oro, plata y diamantes, sin contar los yacimientos de hierro y bauxita.

Araguata era también un destino turístico para viajeros de fines de semana, provenientes de otros pueblos. Araguata ofrecía una vista maravillosa de sus montañas, y el río apacible que cruzaba el pueblo ofrecía sus aguas para disfrutar de un baño en un día caluroso. Además, el pueblo tenía una vibrante atmósfera, dada por sus muchas tiendas de comercio y de restaurantes, para el disfrute de residentes y visitantes.

Araguata era, ciertamente, un pueblo ideal para vivir. Tanto, que era conocido como “la sucursal del cielo”. Este paraíso existía durante la infancia y la adolescencia de Sicamor, pero ya no más. Cambios ocurrieron en el vecino Reino de Carraplana que afectaron también a Araguata.

El gobernante de Araguata trató de mejorar la situación, pero sin éxito, a pesar de numerosas y largas visitas al Rey de Carraplana, el Rey Lucanor. El descontento y la frustración comenzaron a manifestarse en la gente y, eventualmente, esto causó su caída como gobernante del pueblo… Y el ascenso de un nuevo líder. Era una práctica establecida en Altamira que los pueblos escogieran sus propios gobernantes. Debido a lo vasto del reino, el Rey Bartolo lo permitía. El rey solo intervendría en casos caóticos o trágicos; tal era su formación democrática.

# El Engaño
Malo llegó al poder engañando a la gente. Su solemnidad y carisma penetró en sus corazones y en sus mentes, confundiéndolos con sus mensajes ambiguos y complicados, y haciéndoles creer que el comercio con el Reino de Carraplana se recuperaría, que las abundantes riquezas naturales iban a ser distribuidas equitativamente entre la población, y que Araguata se convertiría en el pueblo más rico y progresista de todo el Reino de Altamira. En pocas palabras, que todos tendrían una excelente calidad de vida, mejor que antes.

Malo, deliberadamente, se rodeó de una banda de delincuentes y gente malvada, con el propósito principal de mantenerlo en el poder. Cuando la gente se dio cuenta de sus trucos bien planificados, de los mensajes engañosos, y del terrorismo camuflajeado, ya era tarde para hacer algo.

Tristemente, los residentes de Araguata vieron cómo, en menos de cinco años, Araguata pasó a ser de un pueblo próspero a uno arruinado y oprimido, plagado de crímenes e injusticias, de escasos alimentos y medicinas, y con una población creciente de pobres e ignorantes. Solo aquellos que se atrevían a negociar con Malo, fraudulentamente, podían prosperar; o al menos sobrevivir.

Las aldeas cercanas sabían bien del malvado gobernante y su tiránica banda, y de la miserable vida que llevaban los residentes de Araguata, pero, lamentablemente, se mantenían calladas pues, de alguna manera, se beneficiaban de la situación, ya que los jóvenes talentosos y preparados emigraban a esas aldeas, contribuyendo a su propio bienestar y progreso.

El mismo Rey Bartolo pensaba que Araguata estaba en la dirección correcta, a pesar de recibir quejas de vez en cuando. Pero poco sabía el rey que Malo había corrompido a toda la gente influyente del pueblo: el Juez Principal, el comandante de la Guardia Real del Pueblo y el administrador. Todos ellos, junto a otros que vendieron sus conciencias por algún dinero, transmitían “buenas” noticias al rey.

El Rey Bartolo, siendo el rey de un reino muy grande, tenía bastante de qué preocuparse y ocuparse. Ciertamente, Araguata era una región rica, con abundantes recursos naturales, y un paisaje único y hermoso, además de una historia de hombres justos y valientes que nacieron allí…Así que las pocas quejas y las malas historias que el rey había escuchado no deberían ser tan malas. Quizá exageraciones, pensó el rey, yo también oigo cosas maravillosas.

# La maldad
Sicamor escucharía y obedecería siempre a sus padres, quienes con sus enseñanzas y modelaje contribuyeron grandemente a su desarrollo personal. Pero el ambiente opresivo, en el que estaba sumergido, limitaba fuertemente ese desarrollo. Sicamor recordaba muy bien aquellos días de su infancia y adolescencia cuando Araguata era un pueblo próspero, estable, seguro, y ordenado, solo para ver su dramático colapso. Ahora, después de varios años de pura sobrevivencia – a pesar de trabajar duro; de escasez de alimentos – a pesar de la fertilidad del suelo; de opresión – a pesar del deseo de libertad de su gente; y de corrupción – a pesar de Araguata tener una larga historia de hombres honestos que salieron de esas tierras, Sicamor comenzó a sentirse como un león enjaulado.

‘Padre, madre, no hay futuro en Araguata para nosotros, ni para nadie. Veo lo duro que trabajan, solo para traer un poco de pan cada día, todo el esfuerzo para lograrlo… ¡Y toda esta incertidumbre! Malo controla todas las provisiones. Él hace que la gente pierda el tiempo buscando, y ahora mendigando, esas provisiones. ¿No ven que ahora somos dependientes de él? Yo comprendí, hace mucho tiempo, que Malo creó todo este caos para mantenernos ocupados, y así no tener tiempo para pensar mucho, o para hacer algo por cambiar la situación. Lo triste es que nos estamos acostumbrando a esta tragedia’.

‘Nos están lavando el cerebro, escuchando y aprendiendo lo que Malo quiere que escuchemos y aprendamos. ¡Y que no nos atrevamos a hablar en contra de él! Nos secuestran para luego aparecer brutalmente golpeados, y tan asustados que preferimos no hablar, como le pasó a mi amigo Inigo. Esto es terror puro’. Estas palabras las repetiría Sicamor a menudo.

# La tiranía
‘Malo no es un mal gobernante sino un gobernante malvado’, su padre diría entre sus amigos más cercanos. ‘Él es un maestro para engañar, confundir, falsificar y defraudar. Es un malvado, y la maldad unida al poder solo resulta en una tiranía… Y la tiranía solo se mantiene por gente ignorante o aterrorizada, fácil de manipular. Nuestros jóvenes, aquellos que no son ignorantes, los brillantes, y de familias adineradas, simplemente se van hacia otros pueblos’.

‘Eso le está pasando a muchas otras familias’, añadiría la madre de Sicamor. ‘Le pasa a nuestros familiares y amigos, a todos. Nuestros hijos e hijas se van de Araguata. Solo los más pobres y la gente vieja, como nosotros, nos quedamos… No tenemos muchas opciones’.

# La responsabilidad
‘Hijo, ya habrá tiempos mejores, y esto será pronto… No cultives indignación y odio en tu corazón. No hay mal que dure 100 años…Todo esto pasará’, su padre le decía para calmarlo, pero también para consolarse él mismo.

‘Ustedes me han enseñado lo que está bien y lo que está mal, y eso me ha ayudado a ser responsable de mis acciones. No tienen de qué preocuparse’, Sicamor les decía a sus padres y ellos no lo dudarían ni por un momento. Ellos vieron como Sicamor cumpliría con todas sus responsabilidades de estudiar, trabajar, ayudar con las tares de la casa, y de estar pendiente de ellos.

‘Todo lo que veo alrededor sé que está mal, y que es injusto. ¡Todo es inmoral! Si me quedo más tiempo aquí, seré consumido por todo este desorden, haciéndome parte y cómplice de la destrucción de Araguata. Yo necesito seguir aprendiendo y creciendo, pero eso no lo puedo hacer en este ambiente. Y creceré en mi jornada, con mi vista puesta en una sola dirección: Altagracia. El Rey Bartolo también tiene que saber de lo que está ocurriendo en Araguata. ¡Yo debo y tengo que informarle!’

# La sabiduría
Sus padres vieron en Sicamor su absoluta determinación, y entendieron que sería imposible retenerlo más. Por un lado, sentían mucha tristeza, y por otro, alegría de ver a su hijo convertido en un hombre disciplinado, justo y correcto. Sabían que Altagracia estaba lejos, pero no dudarían de que Sicamor, ciertamente, llegaría a su destino. Y en esa jornada, Sicamor crecería y se convertiría en un hombre sabio, listo para ser escuchado por el Rey Bartolo.

# La bendición
Ambos padres estaban ya preparados, y resignados, para verlo partir. Nadie se mueve sin dar un primer paso. Sicamor estaba ya por dar ese primer paso. Y su padre sabía muy bien que era él quien tendría que animarlo a darlo, tal como lo hizo cuando Sicamor tenía casi un año de edad… Y su mente se transportó a ese tiempo.
‘Padre, madre, quiero su bendición antes de partir’, pidió Sicamor una vez más ese día, ayudando a su padre a salir de sus profundos pensamientos. Su madre solo lo miraba, con lágrimas en sus ojos.

‘Hijo mío, más allá del dolor que me produce verte partir, confío en Dios que tu partida será por tu bien y por el bien de todos nosotros. Tengo confianza en ti. Ve y alcanza tu sueño. ¡Dios te bendiga siempre!’

La bendición de Dios lo protegería contra todo obstáculo, peligro, zancadilla o contratiempo. Y sería ciertamente necesaria, pues un enemigo estaría siempre acechándolo, moviéndose alrededor de él… El diablo atacando cada vez que pudiera, en diferentes formas, con el firme propósito de desmoralizarlo y de impedirle que alcanzara sus metas.

# La determinación
Sicamor partió hacia Altagracia, la capital del reino, con su mochila de cuero bien empacada y cabalgando su negro potro, Ébano, en una “jornada de crecimiento” que lo llevaría por aldeas y pueblos a través del Reino de Altamira. Aunque afligido por dejar a sus padres, hermanos y amigos, Sicamor estaba fortalecido por la esperanza de ver, un día no muy lejano, a una Araguata libre y próspera.

Internamente, en la profundidad de su ser, se sentía también preparado para enfrentar cualquier reto que se le presentara y, a la vez, confiado de salir de ese reto victorioso.

Y más temprano que tarde, muy pronto, Sicamor enfrentaría su primer reto, en Oricao.

¿Estaba realmente preparado para el reto?

Go top